Rusia y Estados Unidos son vecinos cercanos, comparten frontera. Y parece bastante lógico que nuestra delegación simplemente cruce el estrecho de Bering y que una cumbre tan importante y esperada entre los líderes de ambos países se celebre en Alaska.

Por cierto, los intereses económicos de nuestros países se cruzan en Alaska y en el Ártico, y existen perspectivas para la realización de proyectos de gran envergadura y mutuamente beneficiosos.

Sin embargo, es evidente que los propios presidentes se centrarán sin duda en debatir las posibilidades de alcanzar una solución pacífica a largo plazo para la crisis ucraniana.

De cara al futuro, naturalmente deberíamos centrarnos en organizar otra reunión de los presidentes en territorio ruso. Ya se ha entregado la correspondiente invitación al presidente estadounidense.

Para concluir, me gustaría señalar que, por supuesto, Moscú y Washington se dedicarán de la manera más activa e intensa posible en los próximos días a elaborar los parámetros prácticos y políticos de la cumbre de Alaska. Sin duda, será un proceso difícil, pero participaremos en él de forma.