El presentismo en el que se mueve hoy la autoconciencia de la opinión pública mundial, generado y aleccionado por los medios, parece indicar que los hechos se remontan a octubre de 2023, cuando comandos de la brigada Ezzedin al Qassem, brazo armado de la organización político-militar islamista Hamas, partido político electo que desde 2007 gobierna la Franja, irrumpieron a mano armada en territorio fronterizo de Gaza bajo control israelí, capturaron a 240 personas y asesinaron a 1.200.

Los hechos se remontan a 75 años atrás, cuando 750.000 palestinos fueron forzados a emprender un exilio, aún hoy inacabado, por ocupantes judíos

Pero no. Ateniéndonos a la evidencia histórica, los hechos se remontan a 75 años atrás, cuando 750.000 palestinos fueron forzados a emprender un exilio, aún hoy inacabado, por ocupantes judíos del lar histórico de Palestina. Centenares de miles de palestinos descendientes de aquellos se hallan hoy asilados en países de todo el mundo, señaladamente Estados árabes. El sangriento hostigamiento israelí contra los palestinos para abrir paso en tierras ajenas a colonos judíos llegados de todo el mundo, no ha cesado un minuto en estos tres cuartos de siglo, con un saldo de muertos y heridos palestinos sobre el terreno medido en decenas de miles, provocando a su vez una reacción violenta con centenares de muertes judías a manos de sectores combativos de la comunidad palestina ocupada, con un inicial apoyo militar y logístico, hoy extinto, de Estados árabes con regímenes nacionalistas o socialistas como Egipto, Siria e Iraq, así como Libia, Jordania y Líbano, con varias guerras conjuntas o consecutivas, 1967 y 1972, frente a Israel.

La erradicación, en clave profundamente anticomunista, de las fórmulas también nacional-progresistas y socialistas surgidas en el área, como el nasserismo en Egipto o directamente, por hostigamiento occidental, como el derrocamiento del baasista Saddam Hussein o el de Momamar Gadafi, o los intentos de hundir el régimen sirio de los Asad, debilitaron en extremo la causa de los aliados de Palestina, dejando en manos de formaciones islamistas la escena ideopolítica del Cercano Oriente, reconfigurada tras la revolución iraní a partir de 1979.

Enjuague colonial británico

En su origen, la ocupación israelí de Palestina fue un enjuague en clave colonial británica, uno más, resultado de la desintegración del imperio turco administrador de Palestina hasta el fin de la Primera Guerra mundial; su desmantelamiento fue seguido por el lavado de manos posbélico de la Europa hegemónica, léase Londres y en menor medida París, que no quiso solucionar, con justicia, su incomodidad —cuando no su explícito rechazo histórico y su ulterior complejo de culpa— hacia el pueblo judío asentado en el Viejo continente: matanzas medievales en Inglaterra; expulsiones en España y Portugal; pogromos en Rusia; genocidio en Alemania y Centroeuropa…

La fórmula colonial propuesta por Londres para la zona en litigio, matizada por Naciones Unidas en 1948 con una propuesta biestatal israelo-palestina, derivó en el asentamiento ilegal de colonos judíos en territorio histórico del pueblo palestino, habitado en la remota antigüedad por los hebreos. Algunos de los pensadores judíos, como Teodoro Herzl, padre del sionismo entendido como cautela y solución frente a las persecuciones antisemitas sufridas en Europa, propusieron en torno a 1896 el regreso del pueblo judío al territorio que tantos siglos atrás, previamente a su ulterior diáspora mundial, compartió con el pueblo filisteo, comunidad originaria palestina que había permanecido sobre el mismo territorio desde entonces. A partir de la fecha precitada, bajo las consignas de Herzl, la afluencia de quienes se consideraban judíos —polisémica definición en la que, singularmente, religión, etnia, nación y cultura se solapan— ha ido in crescendo y su presión demográfica se ha visto enjugada por la ocupación incesante de territorios que Naciones Unidas, en aras a un futuro Estado palestino, asignó a Palestina en Cisjordania y en torno a Gaza. Este enclave hoy alberga una población palestina diezmada por los bombardeos, cifrada en torno a los dos millones y medio de moradores, árabes semitas.

Crisis de arbitraje, declive estadounidense

Desde una perspectiva geopolítica, la evidente complejidad en escena ceba la conflictividad en presencia, señaladamente a consecuencia de la crisis de arbitraje internacional ante este y tantos otros conflictos bélicos mundiales; máxime si un Estado como el de Israel, a través de sucesivos Gobiernos avalado siempre por la Casa Blanca —mande quien mande en la avenida de Pennsylvania— se niega a aceptar resoluciones de Naciones Unidas, cruciales para zanjar la guerra.

El ataque del brazo armado de Hamas contra población israelí ocupante asentada en zonas fronterizas del sur del país surgió el 7 de octubre de 2023 en un momento geopolítico y geoestratégico caracterizado por una creciente conciencia de declive imperial estadounidense, manifiesto en la Presidencia de Joe Biden. Esta se veía lastrada políticamente por la furibunda oposición del expresidente Donald Trump (Nueva York, 1948) al frente de un Partido Republicano que coquetea con el golpismo y la antipolítica en la denominada primera democracia del mundo.

Años atrás, el auge autoritario expreso en la ley Patriotic Act tras los atentados terroristas con tres mil muertos contra las Torres Gemelas en 11 de septiembre de 2001, con la suspensión de libertades fundamentales; el caos posterior a la crisis económica de 2008; el fracaso político tras la invasión militar de Iraq, realizada en abierta oposición a Naciones Unidas; la retirada de Afganistán tras 20 años de parcial ocupación del país, con la pérdida de inversiones por dos billones de dólares, más su correlato en el regreso de los talibanes al poder en Kabul; la pérdida de la hegemonía tecnológica y comercial estadounidense a manos de China; la abierta desafección de los denominados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) así como decenas de países del denominado Sur Global contra los históricos designios manifiestos de Washington; amén de la creciente tendencia a la desdolarización de la economía mundial y su reemplazo por otras monedas… son contemplados como factores evidentes de tal declive norteamericano.

A ello hay que añadir los de índole interna, con un descenso notable de vocaciones militares —hoy Estados Unidos cuenta con 452.000 hombres y mujeres en armas, para una población de 344 millones de habitantes—; un auge de la criminalidad, con reiteradas masacres en escuelas e institutos; una insospechada y masiva extensión del consumo de opiáceos; así como graves disfunciones en el aparato estatal relativos a servicios públicos, educativos, sanitarios, migratorios y policiales, entre otros, confirman los ribetes críticos de la situación en la que Estados Unidos se encuentra hoy sumido.

En este escenario, la Casa Blanca y su brazo armado exterior, la OTAN, alentaron las denominadas revoluciones de colores con miras, supuestamente democratizadoras, pero en sustancia tendentes a erradicar de cualquier modo la antigua influencia de la URSS en distintas áreas del mundo, así como el propósito de reconfigurar en clave geoestratégica propia el mapa en el Norte de África, Cercano Oriente y Ucrania; sus resultados fueron la destrucción de Libia, la dictadura militar en Egipto, el intento de fragmentar Siria y la guerra entre Rusia y Ucrania espoleada por la imposición al régimen ucraniano de Kiev, si pretendía integrarse en la Unión Europea, de su previa incorporación a la OTAN. Más, sobre todo, la geoestrategia estadounidense fijaba su objetivo en impedir la hegemonía comercial y tecnológica de China mediante su Segunda Ruta de la Seda, vista por Washington como un peligro potencial incontrolado que justificaba una escalada militar en torno al mar de China y de alianzas militares, más o menos encubiertas, con los vecinos del gigante asiático, Japón, Corea del Sur, Filipinas… Y tal cambio de foco, Washington pretendía hacerlo a expensas de desconsiderar o bien rebajar su atención militar y política al Cercano Oriente.

No solo desde Hamas —que decidió golpear a Israel con un blitzkrieg, guerra relámpago por sorpresa—, se consideraba favorable a sus intereses la situación presumiblemente crítica del gran aliado de Israel, Estados Unidos, aún a costa de retraer su atención sobre la zona en trance de ser desatendida por Washington; sino que, por su parte, desde el Gobierno israelí se pensó que la coyuntura era propicia para emanciparse ya de forma abierta de la lábil tutela sobre el Gobierno de Benjamín Netanyahu ejercida por la Presidencia de un debilitado Joe Biden.

El primer ministro israelí se mostraba empeñado en exigir a Washington que no se alejara militarmente de sus lares y se hallaba embarcado, a su vez, en los llamados Acuerdos de Abraham, tendentes a lograr pactos con países árabes como Marruecos, Sudán, emiratos del Golfo y fortificar los ya existentes con Arabia Saudí. La garantía de sus pactos era, desde luego, el apoyo de la superpotencia transoceánica. Nethanyahu, que se encontraba contra las cuerdas en octubre de 2023 por pretender una reforma judicial en clave autoritaria y antidemocrática así considerada por fuerzas políticas internas, amén de hallarse en riesgo de ser procesado y descabalgado del poder por viejos líos de corrupción, hallaría en el ataque brutal e inesperado de Hamás ocasión única de remontar su propia situación de extrema debilidad política.

La reacción de Israel al ataque de Hamas ha puesto en peligro sus iniciativas de aproximación con distintos regímenes árabes, habida cuenta del rechazo a los bombardeos indiscriminados e infanticidas entre la opinión pública de los Estados árabes cuyos Gobiernos se habían mostrado dispuestos a negociar con Israel. Sin embargo, el Ejército israelí, verdadero poder fáctico y políticamente cada vez más autónomo del país, ha pulverizado esta meta por un plazo cuya duración ha sido estimada en lustros.

Todo son dudas sobre la posibilidad de que Israel pueda soportar otra década de hostilidad de sus vecinos árabes, a menos que cambie su cultura política, consistente, hoy más que nunca, en un blindaje militar férreo y vengativo como el adoptado contra Palestina desde hace medio siglo y acentuado a partir del pasado mes de octubre. Nadie sabe si la propia opinión pública israelí podrá aguantar la tensión desencadenada en la zona tras los atentados y secuestros de Hamas el 7 de octubre y exagerada por las Fuerzas Armadas de Israel con su política de tierra quemada con civiles dentro.

En cuanto a Hamas, su inmersión entre la población no combatiente de Gaza, objetivo despiadado de la aviación y la artillería de Israel, pasará factura a los dirigentes islamistas, que debieron calibrar el alcance en términos humanitarios y sociales de su último ataque. Da la impresión de que la batalla en la opinión pública no solo árabe sino mundial, a excepción de Estados Unidos y la Europa septentrional, la está ganando la causa palestina. Los actos de armas de la resistencia palestina, antes considerados terroristas, a medida que escala la ofensiva militar israelí contra Gaza, van adquiriendo, entre la opinión pública mundial, a excepción de parte de la occidental, la categoría que suele adscribirse a los movimientos de liberación nacional, por hallarse indefensa la población de la Franja, obligada bajo las bombas a emigrar hacia el sur de la estrecha zona y ser allí, asimismo, bombardeada.

Cautelas

Sorprende la cautela de Moscú al respecto de lo tan gravemente acaecido en la martirizada franja palestina, que algunos analistas explican en términos ideopolíticos, siempre tenidos en cuenta desde el Kremlin; en este caso, cabe asociar tal caución del Kremlin con la oposición islamista radical que acompañó los distintos mandatos de Vladimir Putin. El dirigente ruso afrontó embates terroristas de gran envergadura y mortandad en la propia capital moscovita en el arranque mismo de su trayectoria como jefe de Estado y luego de Gobierno de la Federación Rusa. Por ello, la adscripción ideológica de Hamas al islamismo, también armado, causa inquietud en la dirección estatal y militar de Rusia.

Empero, un fortalecimiento desmesurado de Israel en el Cercano Oriente, ubicado en el bajo vientre de la Federación Rusa, tampoco ha de ser visto sin preocupación por Moscú, cuyos nexos diplomáticos o militares, convenientemente compartimentados y diversificados con Turquía, Arabia Saudí, Irán y Siria, podrían verse alterados por aquel empuje militar en clave sionista asumido por Netanyahu.

También China ha mostrado cierta circunspección al respecto, motivada, quizá, por la certeza de que mientras Estados Unidos vuelve a fijar su atención en el desaguisado político y militar creado por la guerra del principal aliado estadounidense, Israel, en Palestina, se olvida, siquiera temporalmente, de implementar la atención y el cerco naval militar norteamericano emprendido en torno al gigante continental asiático. Pese a ello, China se vio así obligada a una carrera armamentística tan real como presuntamente indeseada, dado el carácter comercial del emergente poderío superpotencial de China.

Otro tanto sucede al régimen de Pekín con respecto a la guerra en Ucrania: mientras prosiga esta contienda alentada por Estados Unidos y por Reino Unido, China se verá obligada a desear su prolongación y a mantener su alianza con Rusia; y ello, porque las próximas barbas que Washington parece querer rapar serían las de los líderes políticos y militares chinos, objetivo que implicaría una escasamente recomendable apertura de dos frentes estadounidenses simultáneos contra rusos y chinos. Ello lleva a pensar que puede progresar la tendencia a dejar solo en manos europeas la finalización de la guerra en Ucrania, que ya empieza a ser abiertamente rechazada por círculos republicanos estadounidenses y por parte de la opinión pública europea. Los políticos y parlamentarios estadounidenses, que no ponen reparos a votar a favor de toda cifra millonaria destinada a los arsenales de Israel, abjuran ya, sin embargo, de las milmillonarias dotaciones económicas a fondo perdido enviadas a —y, presumiblemente dilapidadas por— el cada vez más inestable y corrupto régimen del pedigüeño líder ucraniano Volodimir Zelensky, seis de cuyos viceministros fueron cesados hace meses por admitir sobornos de jóvenes con posibles que pretendían así librarse de acudir al frente de batalla.

Conmoción

Desde una perspectiva ideológica, lo sucedido en Gaza ha supuesto una conmoción axiológica sin precedentes en la esfera de los valores vigentes en la comunidad internacional. Desde el fin de la Segunda Guerra mundial, el horror derivado del cruel terror genocida perpetrado por el nazismo contra el pueblo judío generó un fenómeno insólito, de naturaleza compasiva y presuntamente solidaria, en la escena mundial. La identificación del nazismo con el Mal Absoluto se convirtió en un axioma moral observado en numerosas Cancillerías de todo el mundo que, movidas por esa solidaridad, transigieron con la erección, llena de irregularidades, anomalías e ilegalidades de un Estado judío en Palestina, proceso en el que los dirigentes israelíes transgredieron de manera incesante normas básicas del Derecho Internacional emitidas por Naciones Unidas.

Estas prácticas israelíes, totalmente contrarias a los usos y costumbres de las relaciones interestatales, provocaron airadas reacciones y violentas acciones armadas entre la comunidad palestina, así como entre los vecinos árabes del nuevo Estado.

Con habilidad manifiesta por parte del aparato propagandístico israelí, que abarcaba desde la propiedad de numerosos medios de información escrita y audiovisual y editoriales de todo el mundo hasta el amplio copo de la producción cinematográfica de Hollywood, cualquier tipo de impugnación racional o crítica contra las prácticas estatales ilegales de sucesivos Gobiernos de Israel era sistemáticamente denunciado como antisemita. La mercadotecnia israelí, aventada desde Hollywood, llegó a identificar a árabes en general y palestinos en particular con terroristas. El efecto de tales descalificaciones llevó a dirigentes políticos israelíes a considerar que disponían de una especie de bula perpetua para aplicar a su antojo políticas coloniales, de tierra quemada u ocupada y de apartheid en Palestina, además de la persecución y represión no solo policial sino militar de cualquier conato de resistencia por parte palestina, el desalojo de sus moradores históricos y su sustitución, manu militari, por colonos judíos allegados a Israel en progresión geométrica.

Estos colonos procedían de todo el mundo y al tratar de asentarse sin éxito sobre el exiguo territorio de Israel, 22.000 kilómetros cuadrados, los gobernantes judíos enjugaron y enjugan hoy tal explosión demográfica mediante el desvío de los nuevos pobladores hacia la zona de partición, Cisjordana, correspondiente a Palestina. En ella, Cisjordania y Gaza, formalmente palestinas, la Autoridad Nacional liderada por Mahmud Abbas, tan solo controla hoy el 22 % del 100 % de la superficie que le fuera asignada por Naciones Unidas, decisión contestada por resistentes palestinos desde hace tres cuartos de siglo.

No tienen fundamento quienes aseguran que los palestinos rechazaron la posibilidad de disponer de un Estado propio previsto por Naciones Unidas en 1948. Lo que los palestinos no estaban dispuestos a aceptar ha sido, es y, presumiblemente será, la sumisión a una asfixiante hegemonía de Israel sobre el pueblo de Palestina que, desde el minuto cero de la instalación del Estado judío, no ha hecho más que retroceder en territorio, recursos, derechos y libertades a manos de las autoridades gubernamentales y militares judías.

Cabe decir que ha sido el prejuicio culposo y compasivo, projudío y, objetivamente, antipalestino, incorporado por gobernantes estadounidenses y europeos, la causa que explica cómo Israel se ha permitido hollar tantas y tan reiteradas veces la legalidad internacional en la zona.

Demografía determinante

La débil natalidad israelí es percibida como un déficit estratégico por las autoridades judías, frente al elevado crecimiento de la población palestina pese a las condiciones de esclavitud a la que está siendo sometida. Por ello, la permisividad hacia la llegada de colonos judíos procedentes de medio mundo obedece a un designio que Israel ha convertido en razón de Estado, a costa de transigir con los discursos expansivos que anidan en las formaciones políticas ultraortodoxas, como el Shas o el Yatorah, que en esta ocasión el Likud, partido mayoritario encabezado por Nethanyahu, o en anteriores ocasiones otras formaciones, han necesitado siempre para poder gobernar en un país como Israel. La fragmentación de partidos es allí realmente endiablada para alcanzar decisiones y equilibrios parlamentarios pertinentes para gobernar.

Ello explica por qué Israel es el único país de mundo que no ha definido de manera definitiva sus fronteras, pues éstas crecen con la presencia colonial de los asentamientos que, a su vez, proporciona potencia política a quien mande en Tel Aviv, más mano de obra para la actividad económica y, asimismo, músculo militar, al permitir ampliar el número de combatientes de reemplazo en armas.

Es el Ejército israelí el que guarece los asentamientos de colonos, cuando no los abandona a su suerte en la primera línea contigua a la población autóctona ocupada de Palestina; ello degenera en que algunos de esos colonos, muchos de ellos fundamentalistas ultraortodoxos y de extrema derecha, que se sienten objetivamente carne de cañón, acostumbran a tomarse la justicia por su mano y tirar al blanco contra los lugareños palestinos que, indignadamente, se oponen al expolio que implica allí la presencia colonial judía.

Clama al cielo la represión que aplican las fuerzas ocupantes no solo sobre los activistas palestinos, que incluyen, cuando no la propia muerte, la tortura, las detenciones arbitrarias y el encarcelamiento prolongado sin juicio de los resistentes, muchos de ellos menores, sino también la demolición de las viviendas familiares. Entretanto, la colonización se ha extendido como una mancha de aceite sobre el territorio palestino, desafiando cada día al derecho internacional por mor de las concesiones políticas y territoriales a costa palestina que los Gobiernos de Israel regalan a los colonos.

Siendo el propio Benjamín Nethanyahu miembro de una familia de origen judeo-polaco jaloní, es decir, laica, su deriva política le ha llevado a ejecutar concesiones, prácticamente regalos, a las minorías más retrógradas y fundamentalistas del panorama político-religioso judío. En este sentido, la reciente y al parecer inexorable deriva del Estado de Israel hacia su plena confesionalización constitucional, concerniente también a la ciudadanía, causa inquietud en círculos democráticos del país, ya seriamente preocupados por la casi total autonomía política de los generales israelíes respecto del poder político civil, síntoma inequívoco de la ausencia de democraticidad en Israel pese a su proclamada democracia. Es esa categorización democrática presupuesta la que ha llevado al país de David Ben Gurion y Golda Meir a gozar de carta blanca en Europa, en cuyas instituciones disfruta hoy de un trato y un estatuto incomparables, que abarca desde su presencia en los lobbies de la UE en Bruselas, hasta su participación anual en Eurovisión. Por cierto, en la benevolencia europea hacia Israel, la impronta socialista de sus orígenes, manifiesta en la proliferación de kibutzs autogestionarios, jugó un papel destacado por sus connotaciones progresistas hasta devenir en un mito, hoy devaluado.

El de la democracia israelí ha sido y es considerado como otro de los mitos autoconstruidos por el engrasado aparato propagandístico de Israel

El de la democracia israelí ha sido y es considerado como otro de los mitos autoconstruidos por el engrasado aparato propagandístico de Israel, así como la supuesta infalibilidad de sus servicios de Inteligencia que, en esta ocasión, durante el sangriento atentado y los secuestros de israelíes el pasado octubre o bien fallaron en su alerta temprana a la hora de avisar al Ejecutivo sobre la potente acción militar que Hamas tramaba ejecutar o bien avisaron pero no tuvieron ascendiente suficiente para que se les hiciera caso, graves fenómenos ambos.

Conviene precisar que las contradicciones y las luchas de poder en el seno de la resistencia palestina poseen una prolongada tradición de desavenencias y enfrentamientos, incluso armados, con los que rivalizan los islamistas de Hamas y los laicos de la Autoridad Nacional Palestina. Además, es preciso dejar constancia de la insolidaridad de numerosos Gobiernos árabes, cuya lejanía de los intereses de sus propios pueblos ha sido clamorosa durante décadas, con numerosos episodios de hipocresía hacia la defensa real y eficaz de la causa palestina.

El negocio de la guerra en clave capitalista

En cuanto a los apoyos irrestrictos de Estados Unidos a Israel, por recientes estudios evocados por parte de Virginia Pérez Alonso, directora de Público, en la sede madrileña de la Comisión Europea en un acto el jueves 18 de enero sobre el derecho palestino a existir, que los grandes grupos armamentísticos norteamericanos, principales aleccionadores de las guerras, y específicamente de ésta en Gaza, poseen importantes paquetes accionariales en aproximadamente el 70 % del conjunto de los medios de comunicación, con presencia decisiva en 9.000 emisoras de radio, 2.400 editoriales y 1.500 periódicos, así como en gran parte de los canales de las cinco más grandes plataformas mediáticas, desde la Disney y la Fox a la NBC y la CBS.

Comoquiera que la clave del sistema capitalista, que vive de las crisis que él mismo induce al agostar las tasas de beneficio, consiste en la creación de valor, hoy la reproducción de este proceso ha transformado la guerra en general y las guerras en particular, en lanzaderas creadoras de valor mediante el cual el sistema cíclicamente se reconfigura.

Así pues, se da una profusa conjunción de elementos que revela la dificultad de hallar una salida pacífica y duradera a la situación endémica en el Cercano Oriente, que pasaría por un cese del fuego inmediato y permanente, así como por el restablecimiento de las condiciones de existencia del pueblo palestino, que no solo tiene derecho a defenderse, como también lo tiene Israel, sino que tiene derecho pleno a existir, existencia que la fuerza bruta del Tsahal, le arrebata cada hora que pasa.

Los elementos determinantes de la situación actual, que enraízan en la historia de expolio, impostura y hegemonía judía sobre los palestinos durante los últimos 75 años, son hoy los siguientes: la incesante presión demográfica de los colonos judíos consentida por Israel como vector potencial de fuerza política y militar; el supremacismo racista israelí derivado de las humillaciones percibidas históricamente por el pueblo judío, consecutivo y reactivo frente al complejo de inferioridad y a cierta conciencia de cerco y acoso del vecindario árabe; reiteradas prácticas políticas y militares de Israel transgresoras del derecho internacional, basadas en una supuesta impunidad de sus autoridades derivada del sentimiento de culpa infligido a los judíos en la Segunda Guerra mundial en Europa; y ello, sobre la base de los fuertes nexos familiares, culturales e ideológico-religiosos, estos de cuño bíblico, existentes entre las élites económicas y políticas norteamericanas a israelíes… Elementos a los cuales hay que añadir la voracidad del capital armamentístico estadounidense, muy vinculado a los intereses de Israel y que contempla las guerras como ocasiones de negocios excepcionales.

Todo lo cual determina una complejidad conflictiva en el Cercano Oriente signada por dos autopercepciones estatales antagónicas entre israelíes y palestinos; una confusa identidad entre religión, etnia, nación y Estado; un desequilibrio objetivo en el que Israel es el factor dominante y Palestina el vector dominado, con numerosas intersecciones de intereses, desde el territorio hasta el agua del Jordán, en disputas inacabadas…un puzzle geopolítico explosivo y endiablado.

Habrá que derrochar imaginación, aguante, resiliencia y benevolencia a espuertas para hallar luz al final del sangriento túnel al cual condujo una política de las potencias europeas equivocada desde su mismo origen y basada tan solo en sentimientos respetables pero demasiado alejados de las razones para hacerla viable.

Fuente: https://mundoobrero.es/2024/02/24/quo-vadis-israel/

 

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