Georgia se aleja de Europa y se asoma a una crisis institucional
La presidenta Salomé Zurabishvili y la oposición europeísta no reconocen la victoria en las elecciones del partido en el poder, el prorruso Sueño Georgiano, y denuncian un pucherazo auspiciado por Moscú
Todo indica que Georgia se aleja definitivamente de la senda europea, después de que el partido en el Gobierno, Sueño Georgiano, haya vuelto a ganar las elecciones con un 54% de los sufragios, frente al 37,7% obtenido por la coalición de los cuatro partidos proeuropeos. Sin embargo, la situación de la antigua república soviética puede ser incluso más complicada, tanto en clave interna como a ojos de las instituciones comunitarias, ya que los partidos de la oposición han acusado al partido gobernante de pucherazo. «No reconocemos los resultados falsos de unas elecciones robadas», aseguró Tina Bokuchava, líder del Movimiento Nacional Unido, una de las principales fuerzas de la oposición. De hecho, los primeros veinte candidatos de la lista del bloque opositor proeuropeo Coalición por los Cambios renunciaron a sus mandatos de diputados como protesta. Y peor aún: la presidenta del país, Salomé Zurabizhvili, se negó a reconocer los resultados y llamó a los georgianos a protestar este lunes frente al Parlamento: «Estas elecciones no pueden ser reconocidas, no las reconozco. Reconocerlas significa reconocer que Rusia ha entrado a Georgia. Las elecciones fueron rusas, utilizaron las tecnologías para justificar las falsificaciones». En la misma línea, Josep Borrell, alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, ha exigido a la autoridad electoral estudiar las irregularidades.
Antes de que el partido en el poder se proclamara vencedor, los sondeos a pie de urna auguraban que los partidos de la oposición habían conseguido el 51,9% frente al 40,9% de los votos de Sueño Georgiano. La Comisión Electoral Central había previsto que el 90% de los votos hubiera sido escrutados dos horas después del cierre de los colegios electorales, pero finalmente publicó los datos varias horas después, sin dar ningún tipo de justificación. Ante estos movimientos, los partidos opositores consideran que los resultados han sido amañados y grupos de observadores nacionales aseguran que se han producido incidentes durante el proceso de votación en varios colegios electorales.
Lejos de ser tan solo un problema de política interna, estos comicios suponen una dura pugna entre Bruselas y Moscú para mantener a este país vecino bajo su zona de influencia, al igual que sucede con otras antiguas repúblicas soviéticas como Moldavia o Ucrania. El Gobierno actual, que pertenece al partido Sueño Georgiano, lleva en el poder desde 2012. Aunque en un principio se presentó como una fuerza política proeuropeísta y pro OTAN (fue el responsable de incluir en la Constitución en el año 2017 la aspiración a ingresar en el bloque europeo y la Alianza Atlántica) en los últimos años ha virado hacía posiciones cercanas a Moscú.
El punto de inflexión llegó con la aprobación hace meses de una ley denominada de «agentes extranjeros» que obliga a los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales que obtengan más del 20% del presupuesto de otros países a registrarse como «portadores de los intereses de una potencia extranjera». La oposición del país y las instituciones europeas consideran que esta ley tiene como objetivo controlar a los medios de comunicación para cercenar la libertad de prensa y que ha sido redactada a imagen y semejanza de la normativa rusa. El Ejecutivo comunitario, acabó suspendiendo «de facto» la adhesión a la UE el pasado mes de julio. Georgia había obtenido el estatus de país candidato poco antes, en diciembre de 2023.
Los partidos de la oposición habían prometido enmendar esta normativa y reimpulsar el proceso de adhesión, pero todo indica que no va a ser posible y que Vladimir Putin ha conseguido colocar un importante peón en el tablero internacional. El mandatario ruso considera una traición de Occidente la ampliación de la OTAN a las antiguas repúblicas soviéticas y no quiere que más países caigan en las redes de la Alianza y la Unión Europea. A pesar de esto, Sueño Georgiano sigue presentándose a los votantes como un partido pro-occidental que quiere tener las mejores relaciones con sus vecinos. «Es una victoria de todo el pueblo de Georgia», ha asegurado el primer ministro, Irakli Kobajidze.
Bruselas ha vivido dos fines de semana de infarto con resultado agridulce. Moldavia se enfrentó el pasado domingo a una elecciones cruciales en las que el «sí» a la Unión Europea se impuso por un estrechísimo margen. Tanto la candidata europeísta, Maia Sandu, y actual presidenta del país, como la Comisión Europea, han denunciado la interferencia rusa y todo indica que ha sido el voto de la diáspora moldava el que ha acabado inclinando la balanza por el «sí». Bruselas no da la batalla por perdida y sigue apostando por una adhesión que no será fácil.
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