Las situaciones históricas y el ADN del liberalismo

El normativismo y la democracia, como procesos sociales, inevitablemente tendrán sus puntos de menor y mayor desarrollo, conforme mejor responda el Estado a los anhelos del pueblo como un todo, existiendo obviamente factores que dividen a la humanidad y que se encuentran relacionados al orden social, las religiones, la espiritualidad, el sexo, la edad, etc. Algunos sistemas son con frecuencia instituidos por coaliciones en las que incluso grupos minoritarios, cuya fuerza es aún desconocida, quieren ser escuchados, y sumado a eso, el deseo de legislar sin los recursos necesarios para impulsar nuevas medidas puede tener repercusiones que perturban en la economía, motivando la evasión de capital o reducción en las inversiones.

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La democracia delegativa, que debería llamarse en realidad demagogia delegativa, “se basa en la premisa de quien sea que gane una elección tendrá el derecho a gobernar como considere apropiado, restringido sólo por la dura realidad de las relaciones de poder existentes y por un período en funciones limitado constitucionalmente”. Según O'Donnel, la persona que es cabeza de gobierno “es considerada la encarnación del país, principal custodio e intérprete de sus intereses. Las políticas de su gobierno no necesitan guardar ninguna semejanza con las promesas de su campaña.”

Por ende otra de las características de las demagogias delegativas es el particularismo y el clientelismo, queriéndose beneficiar a ciertos grupos en particular, sumado a que determinados grupos económicos y sociales ejercen poder sobre los delegados políticos. Además, los delegados políticos adquieren formas de nepotismo, y crean planes políticos cuyo fin está basado en ganar el apoyo popular en determinado momento, y no en la eficiencia y sustentabilidad del plan en sí. Por ende se da lugar a la creación de gobiernos irresponsables y derrochadores, y el resultado inevitable son sistemas inestables, con sonadas crisis políticas y económicas que a veces acaban en escándalo o caídas del gobierno.

La democracia es un proceso social que a medida que se desarrolla va acompañado del cambio en la forma y actuación de los Estados modernos. No ha existido, no existe en el presente, ni existirá en el futuro un régimen político absolutamente democrático, al no ser posible una respuesta perfecta a a la voluntad auténtica del pueblo, como no es posible una respuesta perfecta a la voluntad manifiesta de ese pueblo.

Es sumamente importante no separar a la democracia de una perspectiva de grupos dominantes y dominados. En la Roma republicana, las decisiones mantenían en una situación de exclusión a grandes sectores de la población. La democracia a lo largo de la historia fue la democracia solo para los hombres esclavistas o las élites dominantes. Las mal llamadas democracias de hoy son fruto de las revoluciones burguesas que tumban el orden feudal, donde ocurre un cambio fundamental en la historia de la humanidad, y es el de que a diferencia de otros modos de producción como el esclavista y el feudal, no es necesario por parte de los propietarios el tener ellos mismos el monopolio legitimado de la violencia por sus propios medios, y por ende el poder político directo como requisitos indispensables para hacerse con el excedente económico producto de la explotación de sectores subordinados de la sociedad.

Un sistema más justo y eficiente nunca podría levantarse sobre una sociedad donde ese cambio no se haya logrado, como por ejemplo en la sociedad feudal, donde los señores feudales y la monarquía mantenían la explotación económica como algo completamente dependiente de su capacidad, concretamente de ejercer el poder político directo, debiendo desatar la violencia y la guerra. Un sistema más justo y eficiente sería inadmisible en una situación como la anterior, en un marco de luchas violentas por el poder político directo, que otorgaría la posibilidad de apropiarse de la mayor cantidad de excedente económico posible. Al surgir la institución burguesa del mercado, donde ya no es necesario que los mismos dueños de los medios de producción deban ejercer el poder político directo, y por ende tener el monopolio legitimado de la violencia por sus propios medios, sumado a que los capitalistas son más numerosos que el siempre pequeño grupo de terratenientes y nobles del feudalismo, y eran necesarios mecanismos de representación para repartir el poder entre los numerosos capitalistas, es que surgen las primeras formas semi-poliárquicas de gobierno en Occidente. Los sistemas representativos del liberalismo constituyen por consiguiente sistemas políticos complejos en cuanto que viven de pluralidades, competencias y antagonismos, intentando entre todo eso mantener cierta unidad de la comunidad que suele ser frágil. Esta pluralidad para poder emerger necesita factores como el surgimiento de un un mercado y propiedad desarrollados, un mayor ingreso y capacidad de consumo de ciertos sectores del pueblo, y el hecho de que el monopolio de la violencia se encuentre más claro y definido que en el feudalismo, sumado a que deben existir instituciones transparentes y capaces de hacer rendir cuentas.

Para Robert Dahl, la trayectoria en que un sistema demo-liberal nace y evoluciona es importante en la medida que derechos cívicos y derechos políticos no siguen siempre el mismo orden secuencial, a veces son primero los derechos políticos, y luego los cívicos, y a veces surgen los derechos cívicos primero y luego los políticos. En el primero de los casos, se pasa de gobiernos de hegemonías cerradas, a hegemonías incluyentes que compiten entre sí, y en el segundo de los casos, se pasa a gobiernos oligárquicos competitivos, como el caso de Inglaterra en el siglo XIX, donde una oligarquía monopolizaba el poder político mientras competía entre sí.

Se ha visto que la segunda opción es la que ha creado casos más estables, al proveerse de una cultura política y bases económicas que den mejores bases a una vida política más estable. Sin embargo, esta vía ya no es posible para la mayoría de los países actuales, ya que deriva de un contexto donde el poder monárquico y el burgués se enfrentaban por tomar el control político del Estado. En los Estados capitalistas actuales, aún en los más abiertos, el proceso social de la democracia encuentra serias limitaciones.

Los sistemas demo-liberales actuales son sistemas esencialmente demagógicos ya que se basan en deseos manifiestos del pueblo, que son aprovechados y conducidos por oligarquías que actúan de una forma egoísta e irresponsable. Un sistema puede ser democrático si los líderes tienen capacidad de responder a las inquietudes de una mayoría de la población para favorecerlos en muchos aspectos.En los primeros regímenes liberales, las decisiones democráticas ocurrían exclusivamente para beneficiar a la burguesía y los terratenientes, y las grandes mayorías carecían de derechos políticos y sociales.No todos los Estados emprendieron su transición de la misma forma, y por ejemplo algunos estados fueron obligados por la presión de otros a adoptar formas más plurales para sus sistemas políticos. De parte de los capitalistas, los mismos ya no ven amenazado mortalmente su dominio económico por el acceso del pueblo a la poliarquía, debido al desplome en la popularidad de las ideologías colectivistas y al desplome del antiguo bloque comunista. A la hora de votar, la opción de las mayorías es una opción que no pretende cambiar radicalmente las estructuras políticas y económicas existentes, en el sentido de un paso hacia formas políticas autoritarias o hacia formas económicas comunistas, estando presente la desconfianza hacia alternativas que se ven como algo que bien puede no traer el bienestar material que los trabajadores buscan.

Además, la amenaza de regulación y control económico por parte de los Estados y los sindicatos en detrimento de los intereses de las empresas capitalistas, es más tenue en épocas de globalización, liberalización económica, y reestructuración productiva en triunfo. Sumado a eso, las élites políticas encuentran cada vez más caro el precio de la represión, y si las mismas no reprimen se lo ve como un signo de debilidad, mientras que si ellas reprimen, pierden la legitimidad que les queda. Por las anteriores razones, los sectores dominantes de la sociedad ya no están renuentes a la aplicación de formas verdaderamente poliárquicas de gobierno, a la vez que ven a la poliarquía como una forma de lograr una mayor estabilidad frente a crisis de la política, estabilidad que genera mejores condiciones de inversión y negocios para los sectores dominantes.

Para entender cómo se desarrollan los sistemas polìticos actuales, es esencial entender a fondo los procesos ligados al funcionamiento de la maquina capitalista, en todas sus dimensiones. El capitalismo es un sistema ligado a los sistemas políticos actuales, de una forma en que sus raíces parecen estar sujetando no solo las instituciones, sino la psiquis de las personas que deben acostumbrarse a una sociedad basada en el conocimiento del dinero y en el consumo compulsivo. Explicar cómo construir proyectos de reestructuración social dentro de los limites de un sistema capitalista no suele ser una tarea fácil, ya que las mismas instituciones políticas y culturales empujan inercialmente a la exaltación de formulas económicas determinadas.

No por casualidad el capitalismo ha sobrevivido a tantas pruebas a lo largo de la historia, y es por su gran capacidad de adaptación que este sistema resulta tan interesante. Pero en parte, la supervivencia de este sistema no solo yace en su capacidad de adaptación, también yace en el hecho de que los seres humanos formularon alternativas que satisfacían su voluntad manifiesta, pero no la verdadera voluntad que subyace en todos ello.

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Diego Daniel García es graduado en antropología por la universidad estatal de Uruguay y ha publicado artículos en idioma ingles y serbio para el famoso portal ruso geopolitica.ru.

Durante toda una década, trabajó como escritor, publicando títulos en ingles (bajo el pseudonimo Pyotr Volkov). El largo recorrido expresado a través de sus dos obras: “Horizontes de la cuarta Teoría Política” (2019) y “Geopolitica del Apocalipsis” (2020)· abarca desde las religiones antiguas, el desarrollo de la ortodoxia cristiana y filósofos contemporáneos como el polémico pensador ruso Aleksandr Dugin.

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